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De hacer el ridículo con Bard a asombrar con Gemini: la resurrección de Google en solo dos años

De hacer el ridículo con Bard a asombrar con Gemini: la resurrección de Google en solo dos años

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Daniel Lianes

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Google está en todo lo alto de la IA con su Gemini y Gemini Nano Banana, pero esto no era así hace no demasiado: el primer intento de hacer frente a ChatGPT, encarnado en Google Bard, fue un absoluto fracaso. Y de eso hace solo dos años: el empeño puesto en Gemini ha sido tal que su recorrido parece haber durado muchísimo más tiempo.

Quien sale primero tiene ventaja. En 2022 la inteligencia artificial generativa ya era un tema de gran interés en el ámbito de la tecnología, pero aún no había llegado al gran público en forma de una herramienta sencilla y que se pudiera utilizar a diario. OpenAI fue esa empresa visionaria, supo entender que la mejor manera de relacionarse con sus modelos de lenguaje de gran tamaño era a través de un chatbot conversacional. Ahí nació ChatGPT.

Fue un éxito casi inmediato, hasta para la propia OpenAI. Y marcó el inicio del boom por la IA que vivimos actualmente, también produjo diversos efectos colaterales. Por ejemplo, Nvidia ascendió como la espuma gracias a los núcleos CUDA de sus tarjetas; la estrategia de todas las empresas tecnológicas viró hacia la IA; a ChatGPT le salieron competidores como si hubieran sacado unos Donettes. Y Google, pionera de la IA, quedó en entredicho.

Si hoy tenemos inteligencia artificial generativa es gracias a Google. El impacto del éxito de ChatGPT fue doble para la multinacional que dirige Sundar Pichai, CEO de Google. Por un lado, no tenía un competidor a la altura de ChatGPT y OpenAI les sacaba ventaja competitiva y económica; por otro lado, Google sufría una humillación pública por sufrir un revés en un campo que la empresa dominaba. No supieron ver el potencial que tenían para el gran público las herramientas que habían desarrollado.

Los procesos de entrenamiento que reciben los distintos modelos de IA, las arquitecturas neuronales en las que se basan y el software relacionado fue creado por Google. De hecho, hay un elemento vital en cualquier chatbot basado en IA sin el que no podría existir: el paper de Transformers publicado por Google en 2017, en el que se detalla la arquitectura de entrenamiento. Google ha "regalado" tanto a la comunidad que la empresa ya no compartirá públicamente sus hallazgos. No quieren volver a quedarse atrás.

¿En serio, Google? A sabiendas de que Google es pionero en IA, de que las bases del aprendizaje automático y el deep learning las creó y liberó esta empresa, resulta muy extraño que tardase tanto en presentar una herramienta con la que competir de tú a tú con ChatGPT. Esa fue Google Bard, un chatbot que salió a la luz en febrero de 2023, tres meses después de la herramienta de OpenAI. No pude probarla hasta dos meses después, se notaba que Google no tenía demasiada confianza en Bard. Y con razón.

La primera vez que usé Google Bard aluciné yo más que la IA. Absolutamente imprecisa, decía auténticas barbaridades, podía convencerla de todo lo que yo quisiera, era lenta, la generación de código daba errores... Fue un desastre que Google no conseguía solucionar pese a las distintas versiones que fue lanzando de su Bard. ChatGPT estaba a años luz. Sundar Pichai activó el botón rojo.

Y nació Gemini. Bard se mantuvo en la cuerda floja durante todo 2023, continuó su agonía incluso después de que Google presentase Gemini en diciembre de ese 2023. Estaba claro que habría una sustitución, pero esta no se produjo hasta febrero de 2024. La vida de Bard fue efímera, solo de un año.

Google viró toda su estrategia a la IA y a Gemini. Los modelos con los que trabajaba el chatbot fueron ganando versiones y posibilidades, Google DeepMind y su apuesta multimodal generaban herramientas que han terminado en todas las apps de Google. Y Android está destinado a vertebrar la experiencia de usuario con la IA.

Del ridículo a la admiración. Google Bard daba lástima en los inicios, era un producto impropio de Google. Aun así lo sacaron, a sabiendas de que era deficiente. E intentaron evolucionarlo hasta que se dieron cuenta que lo mejor era hacer borrón y cuenta nueva. Gemini es el ave fénix de la IA.

La resurrección de Google no ha sido un milagro, obviamente: la empresa ha puesto un arsenal de millones de dólares en su estrategia IA First. Y está dando resultado: Gemini no solo ha adelantado a ChatGPT en las tiendas de aplicaciones, modelos como Nano Banana (Gemini 2.5 Image) asombran a diario con sus creaciones. Y Veo 3, la IA de Google para crear vídeo con sonido es impresionante generando multimedia: Google DeepMind ha empezado a ponerse a la altura de OpenAI, e incluso la supera en ciertas áreas como la generación multimodal.

Todo centrado en Gemini. Google fusionó los departamentos de IA bajo DeepMind y está invirtiendo a fondo en él, también en los centros de datos. Con Gemini 3.0 calentando en la banda, la empresa seguro que consigue mejorar el excelente desempeño que ahora tiene Gemini 2.5 y todas las herramientas multimodales de las que hace uso el chatbot. Pillaron desprevenida a Google una vez, hará lo imposible por que no vuelva a ocurrir.

El futuro pasa por seguir desarrollando Gemini, por expandir el alcance de todas las herramientas de IA y por incluir dicha IA en cada producto de Google, tanto personal como profesional. Solo falta un agente, algo que no debería tardar en aparecer.

Imagen de portada | Generada por ChatGPT y editada con Gemini

Google está en todo lo alto de la IA con su Gemini y Gemini Nano Banana, pero esto no era así hace no demasiado: el primer intento de hacer frente a ChatGPT, encarnado en Google Bard, fue un absoluto fracaso. Y de eso hace solo dos años: el empeño puesto en Gemini ha sido tal que su recorrido parece haber durado muchísimo más tiempo.

Quien sale primero tiene ventaja. En 2022 la inteligencia artificial generativa ya era un tema de gran interés en el ámbito de la tecnología, pero aún no había llegado al gran público en forma de una herramienta sencilla y que se pudiera utilizar a diario. OpenAI fue esa empresa visionaria, supo entender que la mejor manera de relacionarse con sus modelos de lenguaje de gran tamaño era a través de un chatbot conversacional. Ahí nació ChatGPT.

Fue un éxito casi inmediato, hasta para la propia OpenAI. Y marcó el inicio del boom por la IA que vivimos actualmente, también produjo diversos efectos colaterales. Por ejemplo, Nvidia ascendió como la espuma gracias a los núcleos CUDA de sus tarjetas; la estrategia de todas las empresas tecnológicas viró hacia la IA; a ChatGPT le salieron competidores como si hubieran sacado unos Donettes. Y Google, pionera de la IA, quedó en entredicho.

Si hoy tenemos inteligencia artificial generativa es gracias a Google. El impacto del éxito de ChatGPT fue doble para la multinacional que dirige Sundar Pichai, CEO de Google. Por un lado, no tenía un competidor a la altura de ChatGPT y OpenAI les sacaba ventaja competitiva y económica; por otro lado, Google sufría una humillación pública por sufrir un revés en un campo que la empresa dominaba. No supieron ver el potencial que tenían para el gran público las herramientas que habían desarrollado.

Los procesos de entrenamiento que reciben los distintos modelos de IA, las arquitecturas neuronales en las que se basan y el software relacionado fue creado por Google. De hecho, hay un elemento vital en cualquier chatbot basado en IA sin el que no podría existir: el paper de Transformers publicado por Google en 2017, en el que se detalla la arquitectura de entrenamiento. Google ha "regalado" tanto a la comunidad que la empresa ya no compartirá públicamente sus hallazgos. No quieren volver a quedarse atrás.

¿En serio, Google? A sabiendas de que Google es pionero en IA, de que las bases del aprendizaje automático y el deep learning las creó y liberó esta empresa, resulta muy extraño que tardase tanto en presentar una herramienta con la que competir de tú a tú con ChatGPT. Esa fue Google Bard, un chatbot que salió a la luz en febrero de 2023, tres meses después de la herramienta de OpenAI. No pude probarla hasta dos meses después, se notaba que Google no tenía demasiada confianza en Bard. Y con razón.

La primera vez que usé Google Bard aluciné yo más que la IA. Absolutamente imprecisa, decía auténticas barbaridades, podía convencerla de todo lo que yo quisiera, era lenta, la generación de código daba errores... Fue un desastre que Google no conseguía solucionar pese a las distintas versiones que fue lanzando de su Bard. ChatGPT estaba a años luz. Sundar Pichai activó el botón rojo.

Y nació Gemini. Bard se mantuvo en la cuerda floja durante todo 2023, continuó su agonía incluso después de que Google presentase Gemini en diciembre de ese 2023. Estaba claro que habría una sustitución, pero esta no se produjo hasta febrero de 2024. La vida de Bard fue efímera, solo de un año.

Google viró toda su estrategia a la IA y a Gemini. Los modelos con los que trabajaba el chatbot fueron ganando versiones y posibilidades, Google DeepMind y su apuesta multimodal generaban herramientas que han terminado en todas las apps de Google. Y Android está destinado a vertebrar la experiencia de usuario con la IA.

Del ridículo a la admiración. Google Bard daba lástima en los inicios, era un producto impropio de Google. Aun así lo sacaron, a sabiendas de que era deficiente. E intentaron evolucionarlo hasta que se dieron cuenta que lo mejor era hacer borrón y cuenta nueva. Gemini es el ave fénix de la IA.

La resurrección de Google no ha sido un milagro, obviamente: la empresa ha puesto un arsenal de millones de dólares en su estrategia IA First. Y está dando resultado: Gemini no solo ha adelantado a ChatGPT en las tiendas de aplicaciones, modelos como Nano Banana (Gemini 2.5 Image) asombran a diario con sus creaciones. Y Veo 3, la IA de Google para crear vídeo con sonido es impresionante generando multimedia: Google DeepMind ha empezado a ponerse a la altura de OpenAI, e incluso la supera en ciertas áreas como la generación multimodal.

Todo centrado en Gemini. Google fusionó los departamentos de IA bajo DeepMind y está invirtiendo a fondo en él, también en los centros de datos. Con Gemini 3.0 calentando en la banda, la empresa seguro que consigue mejorar el excelente desempeño que ahora tiene Gemini 2.5 y todas las herramientas multimodales de las que hace uso el chatbot. Pillaron desprevenida a Google una vez, hará lo imposible por que no vuelva a ocurrir.

El futuro pasa por seguir desarrollando Gemini, por expandir el alcance de todas las herramientas de IA y por incluir dicha IA en cada producto de Google, tanto personal como profesional. Solo falta un agente, algo que no debería tardar en aparecer.

Imagen de portada | Generada por ChatGPT y editada con Gemini

Google está en todo lo alto de la IA con su Gemini y Gemini Nano Banana, pero esto no era así hace no demasiado: el primer intento de hacer frente a ChatGPT, encarnado en Google Bard, fue un absoluto fracaso. Y de eso hace solo dos años: el empeño puesto en Gemini ha sido tal que su recorrido parece haber durado muchísimo más tiempo.

Quien sale primero tiene ventaja. En 2022 la inteligencia artificial generativa ya era un tema de gran interés en el ámbito de la tecnología, pero aún no había llegado al gran público en forma de una herramienta sencilla y que se pudiera utilizar a diario. OpenAI fue esa empresa visionaria, supo entender que la mejor manera de relacionarse con sus modelos de lenguaje de gran tamaño era a través de un chatbot conversacional. Ahí nació ChatGPT.

Fue un éxito casi inmediato, hasta para la propia OpenAI. Y marcó el inicio del boom por la IA que vivimos actualmente, también produjo diversos efectos colaterales. Por ejemplo, Nvidia ascendió como la espuma gracias a los núcleos CUDA de sus tarjetas; la estrategia de todas las empresas tecnológicas viró hacia la IA; a ChatGPT le salieron competidores como si hubieran sacado unos Donettes. Y Google, pionera de la IA, quedó en entredicho.

Si hoy tenemos inteligencia artificial generativa es gracias a Google. El impacto del éxito de ChatGPT fue doble para la multinacional que dirige Sundar Pichai, CEO de Google. Por un lado, no tenía un competidor a la altura de ChatGPT y OpenAI les sacaba ventaja competitiva y económica; por otro lado, Google sufría una humillación pública por sufrir un revés en un campo que la empresa dominaba. No supieron ver el potencial que tenían para el gran público las herramientas que habían desarrollado.

Los procesos de entrenamiento que reciben los distintos modelos de IA, las arquitecturas neuronales en las que se basan y el software relacionado fue creado por Google. De hecho, hay un elemento vital en cualquier chatbot basado en IA sin el que no podría existir: el paper de Transformers publicado por Google en 2017, en el que se detalla la arquitectura de entrenamiento. Google ha "regalado" tanto a la comunidad que la empresa ya no compartirá públicamente sus hallazgos. No quieren volver a quedarse atrás.

¿En serio, Google? A sabiendas de que Google es pionero en IA, de que las bases del aprendizaje automático y el deep learning las creó y liberó esta empresa, resulta muy extraño que tardase tanto en presentar una herramienta con la que competir de tú a tú con ChatGPT. Esa fue Google Bard, un chatbot que salió a la luz en febrero de 2023, tres meses después de la herramienta de OpenAI. No pude probarla hasta dos meses después, se notaba que Google no tenía demasiada confianza en Bard. Y con razón.

La primera vez que usé Google Bard aluciné yo más que la IA. Absolutamente imprecisa, decía auténticas barbaridades, podía convencerla de todo lo que yo quisiera, era lenta, la generación de código daba errores... Fue un desastre que Google no conseguía solucionar pese a las distintas versiones que fue lanzando de su Bard. ChatGPT estaba a años luz. Sundar Pichai activó el botón rojo.

Y nació Gemini. Bard se mantuvo en la cuerda floja durante todo 2023, continuó su agonía incluso después de que Google presentase Gemini en diciembre de ese 2023. Estaba claro que habría una sustitución, pero esta no se produjo hasta febrero de 2024. La vida de Bard fue efímera, solo de un año.

Google viró toda su estrategia a la IA y a Gemini. Los modelos con los que trabajaba el chatbot fueron ganando versiones y posibilidades, Google DeepMind y su apuesta multimodal generaban herramientas que han terminado en todas las apps de Google. Y Android está destinado a vertebrar la experiencia de usuario con la IA.

Del ridículo a la admiración. Google Bard daba lástima en los inicios, era un producto impropio de Google. Aun así lo sacaron, a sabiendas de que era deficiente. E intentaron evolucionarlo hasta que se dieron cuenta que lo mejor era hacer borrón y cuenta nueva. Gemini es el ave fénix de la IA.

La resurrección de Google no ha sido un milagro, obviamente: la empresa ha puesto un arsenal de millones de dólares en su estrategia IA First. Y está dando resultado: Gemini no solo ha adelantado a ChatGPT en las tiendas de aplicaciones, modelos como Nano Banana (Gemini 2.5 Image) asombran a diario con sus creaciones. Y Veo 3, la IA de Google para crear vídeo con sonido es impresionante generando multimedia: Google DeepMind ha empezado a ponerse a la altura de OpenAI, e incluso la supera en ciertas áreas como la generación multimodal.

Todo centrado en Gemini. Google fusionó los departamentos de IA bajo DeepMind y está invirtiendo a fondo en él, también en los centros de datos. Con Gemini 3.0 calentando en la banda, la empresa seguro que consigue mejorar el excelente desempeño que ahora tiene Gemini 2.5 y todas las herramientas multimodales de las que hace uso el chatbot. Pillaron desprevenida a Google una vez, hará lo imposible por que no vuelva a ocurrir.

El futuro pasa por seguir desarrollando Gemini, por expandir el alcance de todas las herramientas de IA y por incluir dicha IA en cada producto de Google, tanto personal como profesional. Solo falta un agente, algo que no debería tardar en aparecer.

Imagen de portada | Generada por ChatGPT y editada con Gemini

Google está en todo lo alto de la IA con su Gemini y Gemini Nano Banana, pero esto no era así hace no demasiado: el primer intento de hacer frente a ChatGPT, encarnado en Google Bard, fue un absoluto fracaso. Y de eso hace solo dos años: el empeño puesto en Gemini ha sido tal que su recorrido parece haber durado muchísimo más tiempo.

Quien sale primero tiene ventaja. En 2022 la inteligencia artificial generativa ya era un tema de gran interés en el ámbito de la tecnología, pero aún no había llegado al gran público en forma de una herramienta sencilla y que se pudiera utilizar a diario. OpenAI fue esa empresa visionaria, supo entender que la mejor manera de relacionarse con sus modelos de lenguaje de gran tamaño era a través de un chatbot conversacional. Ahí nació ChatGPT.

Fue un éxito casi inmediato, hasta para la propia OpenAI. Y marcó el inicio del boom por la IA que vivimos actualmente, también produjo diversos efectos colaterales. Por ejemplo, Nvidia ascendió como la espuma gracias a los núcleos CUDA de sus tarjetas; la estrategia de todas las empresas tecnológicas viró hacia la IA; a ChatGPT le salieron competidores como si hubieran sacado unos Donettes. Y Google, pionera de la IA, quedó en entredicho.

Si hoy tenemos inteligencia artificial generativa es gracias a Google. El impacto del éxito de ChatGPT fue doble para la multinacional que dirige Sundar Pichai, CEO de Google. Por un lado, no tenía un competidor a la altura de ChatGPT y OpenAI les sacaba ventaja competitiva y económica; por otro lado, Google sufría una humillación pública por sufrir un revés en un campo que la empresa dominaba. No supieron ver el potencial que tenían para el gran público las herramientas que habían desarrollado.

Los procesos de entrenamiento que reciben los distintos modelos de IA, las arquitecturas neuronales en las que se basan y el software relacionado fue creado por Google. De hecho, hay un elemento vital en cualquier chatbot basado en IA sin el que no podría existir: el paper de Transformers publicado por Google en 2017, en el que se detalla la arquitectura de entrenamiento. Google ha "regalado" tanto a la comunidad que la empresa ya no compartirá públicamente sus hallazgos. No quieren volver a quedarse atrás.

¿En serio, Google? A sabiendas de que Google es pionero en IA, de que las bases del aprendizaje automático y el deep learning las creó y liberó esta empresa, resulta muy extraño que tardase tanto en presentar una herramienta con la que competir de tú a tú con ChatGPT. Esa fue Google Bard, un chatbot que salió a la luz en febrero de 2023, tres meses después de la herramienta de OpenAI. No pude probarla hasta dos meses después, se notaba que Google no tenía demasiada confianza en Bard. Y con razón.

La primera vez que usé Google Bard aluciné yo más que la IA. Absolutamente imprecisa, decía auténticas barbaridades, podía convencerla de todo lo que yo quisiera, era lenta, la generación de código daba errores... Fue un desastre que Google no conseguía solucionar pese a las distintas versiones que fue lanzando de su Bard. ChatGPT estaba a años luz. Sundar Pichai activó el botón rojo.

Y nació Gemini. Bard se mantuvo en la cuerda floja durante todo 2023, continuó su agonía incluso después de que Google presentase Gemini en diciembre de ese 2023. Estaba claro que habría una sustitución, pero esta no se produjo hasta febrero de 2024. La vida de Bard fue efímera, solo de un año.

Google viró toda su estrategia a la IA y a Gemini. Los modelos con los que trabajaba el chatbot fueron ganando versiones y posibilidades, Google DeepMind y su apuesta multimodal generaban herramientas que han terminado en todas las apps de Google. Y Android está destinado a vertebrar la experiencia de usuario con la IA.

Del ridículo a la admiración. Google Bard daba lástima en los inicios, era un producto impropio de Google. Aun así lo sacaron, a sabiendas de que era deficiente. E intentaron evolucionarlo hasta que se dieron cuenta que lo mejor era hacer borrón y cuenta nueva. Gemini es el ave fénix de la IA.

La resurrección de Google no ha sido un milagro, obviamente: la empresa ha puesto un arsenal de millones de dólares en su estrategia IA First. Y está dando resultado: Gemini no solo ha adelantado a ChatGPT en las tiendas de aplicaciones, modelos como Nano Banana (Gemini 2.5 Image) asombran a diario con sus creaciones. Y Veo 3, la IA de Google para crear vídeo con sonido es impresionante generando multimedia: Google DeepMind ha empezado a ponerse a la altura de OpenAI, e incluso la supera en ciertas áreas como la generación multimodal.

Todo centrado en Gemini. Google fusionó los departamentos de IA bajo DeepMind y está invirtiendo a fondo en él, también en los centros de datos. Con Gemini 3.0 calentando en la banda, la empresa seguro que consigue mejorar el excelente desempeño que ahora tiene Gemini 2.5 y todas las herramientas multimodales de las que hace uso el chatbot. Pillaron desprevenida a Google una vez, hará lo imposible por que no vuelva a ocurrir.

El futuro pasa por seguir desarrollando Gemini, por expandir el alcance de todas las herramientas de IA y por incluir dicha IA en cada producto de Google, tanto personal como profesional. Solo falta un agente, algo que no debería tardar en aparecer.

Imagen de portada | Generada por ChatGPT y editada con Gemini

Google está en todo lo alto de la IA con su Gemini y Gemini Nano Banana, pero esto no era así hace no demasiado: el primer intento de hacer frente a ChatGPT, encarnado en Google Bard, fue un absoluto fracaso. Y de eso hace solo dos años: el empeño puesto en Gemini ha sido tal que su recorrido parece haber durado muchísimo más tiempo.

Quien sale primero tiene ventaja. En 2022 la inteligencia artificial generativa ya era un tema de gran interés en el ámbito de la tecnología, pero aún no había llegado al gran público en forma de una herramienta sencilla y que se pudiera utilizar a diario. OpenAI fue esa empresa visionaria, supo entender que la mejor manera de relacionarse con sus modelos de lenguaje de gran tamaño era a través de un chatbot conversacional. Ahí nació ChatGPT.

Fue un éxito casi inmediato, hasta para la propia OpenAI. Y marcó el inicio del boom por la IA que vivimos actualmente, también produjo diversos efectos colaterales. Por ejemplo, Nvidia ascendió como la espuma gracias a los núcleos CUDA de sus tarjetas; la estrategia de todas las empresas tecnológicas viró hacia la IA; a ChatGPT le salieron competidores como si hubieran sacado unos Donettes. Y Google, pionera de la IA, quedó en entredicho.

Si hoy tenemos inteligencia artificial generativa es gracias a Google. El impacto del éxito de ChatGPT fue doble para la multinacional que dirige Sundar Pichai, CEO de Google. Por un lado, no tenía un competidor a la altura de ChatGPT y OpenAI les sacaba ventaja competitiva y económica; por otro lado, Google sufría una humillación pública por sufrir un revés en un campo que la empresa dominaba. No supieron ver el potencial que tenían para el gran público las herramientas que habían desarrollado.

Los procesos de entrenamiento que reciben los distintos modelos de IA, las arquitecturas neuronales en las que se basan y el software relacionado fue creado por Google. De hecho, hay un elemento vital en cualquier chatbot basado en IA sin el que no podría existir: el paper de Transformers publicado por Google en 2017, en el que se detalla la arquitectura de entrenamiento. Google ha "regalado" tanto a la comunidad que la empresa ya no compartirá públicamente sus hallazgos. No quieren volver a quedarse atrás.

¿En serio, Google? A sabiendas de que Google es pionero en IA, de que las bases del aprendizaje automático y el deep learning las creó y liberó esta empresa, resulta muy extraño que tardase tanto en presentar una herramienta con la que competir de tú a tú con ChatGPT. Esa fue Google Bard, un chatbot que salió a la luz en febrero de 2023, tres meses después de la herramienta de OpenAI. No pude probarla hasta dos meses después, se notaba que Google no tenía demasiada confianza en Bard. Y con razón.

La primera vez que usé Google Bard aluciné yo más que la IA. Absolutamente imprecisa, decía auténticas barbaridades, podía convencerla de todo lo que yo quisiera, era lenta, la generación de código daba errores... Fue un desastre que Google no conseguía solucionar pese a las distintas versiones que fue lanzando de su Bard. ChatGPT estaba a años luz. Sundar Pichai activó el botón rojo.

Y nació Gemini. Bard se mantuvo en la cuerda floja durante todo 2023, continuó su agonía incluso después de que Google presentase Gemini en diciembre de ese 2023. Estaba claro que habría una sustitución, pero esta no se produjo hasta febrero de 2024. La vida de Bard fue efímera, solo de un año.

Google viró toda su estrategia a la IA y a Gemini. Los modelos con los que trabajaba el chatbot fueron ganando versiones y posibilidades, Google DeepMind y su apuesta multimodal generaban herramientas que han terminado en todas las apps de Google. Y Android está destinado a vertebrar la experiencia de usuario con la IA.

Del ridículo a la admiración. Google Bard daba lástima en los inicios, era un producto impropio de Google. Aun así lo sacaron, a sabiendas de que era deficiente. E intentaron evolucionarlo hasta que se dieron cuenta que lo mejor era hacer borrón y cuenta nueva. Gemini es el ave fénix de la IA.

La resurrección de Google no ha sido un milagro, obviamente: la empresa ha puesto un arsenal de millones de dólares en su estrategia IA First. Y está dando resultado: Gemini no solo ha adelantado a ChatGPT en las tiendas de aplicaciones, modelos como Nano Banana (Gemini 2.5 Image) asombran a diario con sus creaciones. Y Veo 3, la IA de Google para crear vídeo con sonido es impresionante generando multimedia: Google DeepMind ha empezado a ponerse a la altura de OpenAI, e incluso la supera en ciertas áreas como la generación multimodal.

Todo centrado en Gemini. Google fusionó los departamentos de IA bajo DeepMind y está invirtiendo a fondo en él, también en los centros de datos. Con Gemini 3.0 calentando en la banda, la empresa seguro que consigue mejorar el excelente desempeño que ahora tiene Gemini 2.5 y todas las herramientas multimodales de las que hace uso el chatbot. Pillaron desprevenida a Google una vez, hará lo imposible por que no vuelva a ocurrir.

El futuro pasa por seguir desarrollando Gemini, por expandir el alcance de todas las herramientas de IA y por incluir dicha IA en cada producto de Google, tanto personal como profesional. Solo falta un agente, algo que no debería tardar en aparecer.

Imagen de portada | Generada por ChatGPT y editada con Gemini

Google está en todo lo alto de la IA con su Gemini y Gemini Nano Banana, pero esto no era así hace no demasiado: el primer intento de hacer frente a ChatGPT, encarnado en Google Bard, fue un absoluto fracaso. Y de eso hace solo dos años: el empeño puesto en Gemini ha sido tal que su recorrido parece haber durado muchísimo más tiempo.

Quien sale primero tiene ventaja. En 2022 la inteligencia artificial generativa ya era un tema de gran interés en el ámbito de la tecnología, pero aún no había llegado al gran público en forma de una herramienta sencilla y que se pudiera utilizar a diario. OpenAI fue esa empresa visionaria, supo entender que la mejor manera de relacionarse con sus modelos de lenguaje de gran tamaño era a través de un chatbot conversacional. Ahí nació ChatGPT.

Fue un éxito casi inmediato, hasta para la propia OpenAI. Y marcó el inicio del boom por la IA que vivimos actualmente, también produjo diversos efectos colaterales. Por ejemplo, Nvidia ascendió como la espuma gracias a los núcleos CUDA de sus tarjetas; la estrategia de todas las empresas tecnológicas viró hacia la IA; a ChatGPT le salieron competidores como si hubieran sacado unos Donettes. Y Google, pionera de la IA, quedó en entredicho.

Si hoy tenemos inteligencia artificial generativa es gracias a Google. El impacto del éxito de ChatGPT fue doble para la multinacional que dirige Sundar Pichai, CEO de Google. Por un lado, no tenía un competidor a la altura de ChatGPT y OpenAI les sacaba ventaja competitiva y económica; por otro lado, Google sufría una humillación pública por sufrir un revés en un campo que la empresa dominaba. No supieron ver el potencial que tenían para el gran público las herramientas que habían desarrollado.

Los procesos de entrenamiento que reciben los distintos modelos de IA, las arquitecturas neuronales en las que se basan y el software relacionado fue creado por Google. De hecho, hay un elemento vital en cualquier chatbot basado en IA sin el que no podría existir: el paper de Transformers publicado por Google en 2017, en el que se detalla la arquitectura de entrenamiento. Google ha "regalado" tanto a la comunidad que la empresa ya no compartirá públicamente sus hallazgos. No quieren volver a quedarse atrás.

¿En serio, Google? A sabiendas de que Google es pionero en IA, de que las bases del aprendizaje automático y el deep learning las creó y liberó esta empresa, resulta muy extraño que tardase tanto en presentar una herramienta con la que competir de tú a tú con ChatGPT. Esa fue Google Bard, un chatbot que salió a la luz en febrero de 2023, tres meses después de la herramienta de OpenAI. No pude probarla hasta dos meses después, se notaba que Google no tenía demasiada confianza en Bard. Y con razón.

La primera vez que usé Google Bard aluciné yo más que la IA. Absolutamente imprecisa, decía auténticas barbaridades, podía convencerla de todo lo que yo quisiera, era lenta, la generación de código daba errores... Fue un desastre que Google no conseguía solucionar pese a las distintas versiones que fue lanzando de su Bard. ChatGPT estaba a años luz. Sundar Pichai activó el botón rojo.

Y nació Gemini. Bard se mantuvo en la cuerda floja durante todo 2023, continuó su agonía incluso después de que Google presentase Gemini en diciembre de ese 2023. Estaba claro que habría una sustitución, pero esta no se produjo hasta febrero de 2024. La vida de Bard fue efímera, solo de un año.

Google viró toda su estrategia a la IA y a Gemini. Los modelos con los que trabajaba el chatbot fueron ganando versiones y posibilidades, Google DeepMind y su apuesta multimodal generaban herramientas que han terminado en todas las apps de Google. Y Android está destinado a vertebrar la experiencia de usuario con la IA.

Del ridículo a la admiración. Google Bard daba lástima en los inicios, era un producto impropio de Google. Aun así lo sacaron, a sabiendas de que era deficiente. E intentaron evolucionarlo hasta que se dieron cuenta que lo mejor era hacer borrón y cuenta nueva. Gemini es el ave fénix de la IA.

La resurrección de Google no ha sido un milagro, obviamente: la empresa ha puesto un arsenal de millones de dólares en su estrategia IA First. Y está dando resultado: Gemini no solo ha adelantado a ChatGPT en las tiendas de aplicaciones, modelos como Nano Banana (Gemini 2.5 Image) asombran a diario con sus creaciones. Y Veo 3, la IA de Google para crear vídeo con sonido es impresionante generando multimedia: Google DeepMind ha empezado a ponerse a la altura de OpenAI, e incluso la supera en ciertas áreas como la generación multimodal.

Todo centrado en Gemini. Google fusionó los departamentos de IA bajo DeepMind y está invirtiendo a fondo en él, también en los centros de datos. Con Gemini 3.0 calentando en la banda, la empresa seguro que consigue mejorar el excelente desempeño que ahora tiene Gemini 2.5 y todas las herramientas multimodales de las que hace uso el chatbot. Pillaron desprevenida a Google una vez, hará lo imposible por que no vuelva a ocurrir.

El futuro pasa por seguir desarrollando Gemini, por expandir el alcance de todas las herramientas de IA y por incluir dicha IA en cada producto de Google, tanto personal como profesional. Solo falta un agente, algo que no debería tardar en aparecer.

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